jueves, 9 de diciembre de 2010

Extractos de "Don Juan", de Torrente Ballester

[Nota: Imagine el lector que hay esto (...) entre párrafo y párrafo]



-Polilla querido, la Creación es un cosmos, es, a saber, un Orden donde cada ser toca su pito, componiendo entre todos la universal armonía. A nosotros nos ha cabido en el reparto el papel de tentadores y atormentadores.




-Estás anticuado. La Creación no es un Orden, sino un Capricho. El Otro la ha inventado porque le dio la gana, y está llena de seres gratuitos cuyos pitos disuenan entre los demás pitos componiendo una universal barahunda. El propio Dios es una disonancia.



El más grande de nuestros poetas se ha inventado una máxima que revolucionará nuestra moral. "Sé fiel a ti mismo", dijo. Esto quiere decir: has sido predestinado. Sé fiel a la predestinación.



-Y vosotras a rezar. Cuarto misterio...

Entonces sucedió que los contornos de las cosas comenzaron a doblarse. Las palabras del rezo parecían también de goma y salían lentas y dobladas; los asientos de las sillas se ablandaban y hundían...



-Al mismo tiempo que brujo soy el padre Welcek, agustino, profesor de la Universidad.



En los archivos de la Santa Inquisición, proceso por la muerte de Welcek, constan escritas y firmadas por su mano las siguientes palabras de la Celestina.

Entonces comenzó a dar señales de poder diabólico y a hacer prodigios. Me obligó a traer a las chicas, sacándolas de sus rezos.



-No sé. Pero al revelarme el nombre de Don Juan fue como si hubieran sembrado un niño en mis entrañas.



Soñé que en el interior de mi cerebro metían un huevo como de ave.



-El placer no me interesa. Me refiero al modo de conquistar a las mujeres.



-Ha surgido una complicación rarísima. El alma de mi amo ha emigrado esta noche un par de veces de su cuerpo.



-Pero cuando se es uno, como Satán, como cualquier hijo de vecino, el que quiere creer que es lo que desea ser tiene que desdoblarse y creer en sí mismo como si fuera otro.



-Usted sabe perfectamente que el hombre puede cambiar su ser mientras alienta, puede rectificar, enderezar, arrepentirse o enderezarse; pero la muerte fija definitivamente su verdadera forma de ser, de modo que si Don Juan murió siendo Don Juan, lo será eternamente y en serlo consistirá su condenación.



-La virtud de mis palabras tenía mayor alcance de lo que yo hubiera sospechado, porque conforme hablaba Sonja se prendía en ellas, se dejaba envolver por algo que las acompañaba y escondía su vulgaridad y la acercaba a mí, la atraía.



-¿Qué es lo que quiere entonces?

-Que esa mañana del primer despertar, y las mañanas sucesivas, una a una y cada día un poco, descubra que soy mejor que Don Juan, y sobre todo que soy distinto.



Decían sus primeras líneas: "J'ai plus de souvenirs que si j'avais mille ans." Pido el verso prestado a mi amigo Baudelaire, a quien conocí algo tarde: había escrito ya un bello poema sobre mi entrada en el infierno y proyectaba un drama, que no llegó a escribir, sobre mi muerte. Para mi amigo Baudelaire, yo era un personaje aburrido y melancólico, aunque simpático...". Y después de este preámbulo y de unas líneas más, hablaba de los Tenorios de Sevilla.



Hay otra diferencia: Charles perdió a su padre de niño, y vivió enmadrado y celoso. Mi madre, doña Mencía Ossorio, murió al parirme, y viví durante los años de mi infancia bajo la autoridad de mi padre, que me amaba a su modo, pero que jamás me perdonó la muerte de mi madre.



Las enseñanzas de mi padre y las de don Jorge venían de distinta fuente, nadie se cuidó de juntarlas, ni yo mismo. Conexistían dentro de mí sin contradicción ni pelea, pero no fundidas, sino superpuestas.



Don Gonzalo de Ulloa parecía un actor, acaso un gran actor, pero de los que creen que vivir consiste en eso, en pasar de la persona a la personalidad, instalarse en ella y expresarla.



¡Qué hermoso era el amanecer! Como el cuerpo dorado de Mariana, ahora sosegada, silenciosa, los labios entreabiertos y sonriente. En algún lugar de mi alma algo se preguntaba por el significado de un cuerpo de mujer, y en ese mismo lugar, viva como una brasa, permanecía la huella de un misterio, aquella noche rozado.



Porque para mi corazón, mis antepasados estaban por encima de los ángeles. No es mía la culpa. Así me lo habían hecho entender desde niño. Y tenía su cólera por más temible que la de Dios. Dios se limita a enviar al infierno a los pecadores, pero la cólera de los Tenorios muertos produce deshonor.



-Os presento a don Juan, mi hijo.

Incliné la cabeza, un grado más que si me hallase ante el rey, un grado menos que si me hallase ante Dios, y ellos alzaron la mano diestra.



Gonzalo, no valía la pena sacar a tantos muertos de las tumbas. Lo encuentro exagerado.



Y un Tenorio puede perder su alma, nunca el respeto de sus muertos.



Tuve en aquel momento la intuición de que los Tenorios no habían amado unca, de que en la falta de amor se había cimentado su fortaleza. Ni siquiera mi padre me miraba con ternura.



Las cosas, sin amor, eran más fáciles.



-No es necesario. Nuestra ley no es ley de dios, sino de sangre. Es una ley mundana.



-Vivía como si no existiera, iba en carroza camino a la santidad, pero resulta que el cuerpo existe y que sirve para algo.



-No estoy en pecado; soy pecado.



Tuve que preguntarles, con voz respetuosa, si tenía monos en la cara. Ellas, entonces, se santiguaron y huyeron.



Se me ocurrió que, al apartarme de Dios, caía de la parte del demonio, y esto me inquietó. Jamás he sentido por Satanás la menor simpatía. Lo encuentro innoble y sucio. me repugna, sobre todo, su falsedad.



-Hay, por tanto, que ser listo, y engañar. De día, iglesia; de noche, juerga.



-Todo es cuestión de cómo le eduquen a uno, de las cosas que le inculquen. Yo, buen señor, soy un noble. A mí de pequeñito, me enseñaron que no hay que tener miedo, y que lo peor que puede suceder a un noble es ser cobarde.



-San Juan Tenorio. no suena mal, ¿verdad? San Juan Tenorio, patrón de los cornudos, diría el Comendador. Y Santa Mariana, la arrepentida.



-Ya. Lo que su amo buscaba era la perfección de la blasfemia.



-Fuera, en todo el ámbito del Universo, la música seguía, y el Señor, que había compuesto la partitura y la había ensayado para aquella ocasión, alzó el brazo derecho y marcó un compás de espera.



-Pero él lo duda. Si yo tuviera un secreto, ya no dudaría. ¡Y mucho más siendo secreto de Dios...! Poseer un secreto de dios debe dar mucha importancia.

La sierpe simuló quedar pensando.



-¡Yo lo vi entrar -vociferaba el Comendador-, y, después, le seguí! La llevó en brazos hasta la alcoba, la desnudó enteramente y se metió en cama con ella. Mariana es su mujer, pero ignora que su marido es el hombre que tiene entre los brazos. ¡De modo que Don Juan se está poniendo los cuernos a sí mismo!



-En cuanto a ustedes -hablaba a los demonios de medio lado, sin concederles importancia-, no necesito que me juzguen. He muerto como don Juan, y lo seré eternamente. El lugar donde lo sea, ¿qué mas da? El infierno soy yo mismo.



¡No fue a ellos a quienes disputaste las mujeres sino al Señor! ¡No era la ofensa de ellos lo que buscabas, sino la de Dios! Y, entonces, dime: ¿qué papel les quedaba a los padres y maridos? ¿Con qué cara iban a castigar a la seducida, si no iba nada contra ellos? (...) En nombre de los padres y maridos que dejaste en ridículo, te rechazo. Vete.

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